Conectar a la ruralidad
Por Manuel Otero
Director General del Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura (IICA)
Pionero en materia de estudios en la economía del desarrollo, el Nobel Michael Kremer suele destacar cuatro áreas como cruciales para impulsar la prosperidad y erradicar la pobreza: educación, salud, acceso al agua potable y agricultura.
Kremer, profesor en la Universidad de Chicago, Embajador de Buena Voluntad del IICA en Temas de Desarrollo Sostenible y reconocido internacionalmente por sus aportes para aliviar la pobreza global, coloca a la agricultura en ese podio por el papel clave de la actividad para generar ingresos y promover el bienestar en los territorios rurales, especialmente entre los agricultores familiares, para quienes la falta de escala y de acceso a conocimientos y tecnologías supone siempre la amenaza de quedar atrás.
En la búsqueda de soluciones efectivas y rápidas que permitan transferir conocimientos, incorporarlos a las tareas cotidianas y obtener beneficios de modo de disparar procesos virtuosos de crecimiento, la agricultura digital puede tener también un rol tan relevante como el de la educación y la salud, dada su capacidad potencial de poner a disposición de agricultores de escasos recursos herramientas fundamentales como información meteorológica útil para manejar cultivos, sobre la salud del suelo, y sobre cómo mejorar prácticas agrícolas específicas, entre tantas otras.
Este tipo de servicios es vital para el eslabón más débil del sector agropecuario, de modo de auxiliarlo a obtener mejores rendimientos y aumentar ingresos, constituyendo una herramienta de empoderamiento de los agricultores, que favorece su arraigo y el recambio generacional en las zonas rurales, contribuye a evitar migraciones masivas y los convierte en protagonistas en el enfrentamiento al cambio climático.
Para concretar su potencialidad, resulta fundamental promover la conectividad, enfocar en las brechas entre la situación urbana y rural, en el acceso a internet y a comunicación plena a través de la tecnología para las mujeres y la población joven.
Las actuales limitaciones que ralentizan el proceso de digitalización de la agricultura residen en barreras evidentes, como los obstáculos en la infraestructura y disponibilidad de dispositivos, y en otras más sutiles, como el desconocimiento de las oportunidades que brindan estos recursos en la vida económica y los déficits en el uso de las tecnologías digitales.
Según un estudio realizado en el 2022 por el IICA, el Banco Mundial, Bayer, la CAF, Microsoft y Syngenta, un total aproximado de 72 millones de habitantes rurales de 26 países de América Latina y el Caribe no acceden a una conectividad con estándares de calidad mínimos.
Pese a los avances verificados desde 2020, Centroamérica es, además de una de las regiones de mayor vulnerabilidad climática a nivel mundial, también una de las que presenta las mayores disparidades internas en materia de conectividad significativa rural, que mide el uso regular de internet, el acceso a dispositivos adecuados, la disponibilidad de datos suficientes y la velocidad de la conexión.
El 74% de los hogares urbanos de Centroamérica tienen acceso a conexiones fijas de internet, en contraposición al 42% de los hogares rurales, según datos de 2022 relevados por el Banco Mundial y PNUD.
Se trata de 32 puntos porcentuales de diferencia, ante una brecha urbano-rural de 28 puntos en el promedio de América Latina y el Caribe, según los datos de IICA, el Banco Mundial, Bayer, la CAF, Microsoft y Syngenta. En las mediciones del 2020, Centroamérica presentaba una condición de polarización: Costa Rica y Panamá constituían los casos de alta conectividad, mientras que El Salvador, Guatemala, Honduras y Nicaragua integraban el clúster más bajo.
En el 2022, con la post pandemia, el escenario se transforma con avances de conectividad verificados en El Salvador (que pasa del clúster de baja conectividad al clúster medio) y en Honduras, que presenta una expansión de casi el 13% en el acceso por el impacto de políticas de fomento a la conectividad para hogares vulnerables y planes específicos del sector público y privado orientados a promover el acceso a la conectividad rural mediante tarifas diferenciadas en los servicios de telefonía móvil.
Pese a estos cambios y mejoras relativas, persiste una condición de desventaja en tres países (Guatemala, Honduras y Nicaragua). Registrar los cambios en el mapa de la situación de la conectividad rural permite vislumbrar que resta mucho por avanzar en esta materia.
Las políticas públicas, sobre todo ante la emergencia que planteó la pandemia, se activaron a partir del rol proactivo de la cooperación internacional, así como de las alianzas público- privadas. Centroamérica se encuentra frente al desafío de ampliar sus niveles de conectividad, para lo que deberá acentuar el fomento a los programas de inversión y ecosistemas de digitalización para la agricultura.
Se trata de una agenda urgente, especialmente para regiones como el Corredor Seco, donde conviven cerca de 30 millones de personas azotadas por problemas sociales como la migración masiva y por los embates del cambio climático, y en la que la agricultura emplea a un 42 por ciento de la población. Allí, el mal manejo de los recursos naturales, el alto desempleo y la baja escolaridad son factores que inciden para que 1 de cada 3 personas acceda a sólo una comida al día.
La mejora de las condiciones de vida de mujeres, jóvenes y del conjunto de la población rural –centrales para la seguridad alimentaria y la sostenibilidad ambiental-; el impulso al desarrollo de la agricultura y la prevención de los riesgos medioambientales, pueden maximizarse a través de la incorporación y el uso de las tecnologías digitales en las actividades cotidianas.