Aumenta el hambre en el mundo
Por: Dennis Latimer – Representante de FAO en Honduras
El informe mundial El estado de la seguridad alimentaria y la nutrición en el mundo 2021, publicado por la FAO, el FIDA, la OMS, el PMA y UNICEF alerta que, en comparación con 2019, alrededor de 14 millones de personas más se vieron afectadas por el hambre en América Latina y el Caribe en 2020. El 9,1 por ciento de la población de la región padece hambre, un aumento de 2 puntos porcentuales entre 2019 y 2020.
Además de esto, el aumento de la inseguridad alimentaria moderada o grave de 2019 a 2020 fue más pronunciada en América Latina y el Caribe (9 puntos porcentuales) que en cualquier otra región del planeta; en la región, el 41 por ciento de la población padeció inseguridad alimentaria moderada o grave en 2020, y el 14 por ciento padeció inseguridad alimentaria grave.
Las cifras mundiales tampoco son alentadoras: la prevalencia de la subalimentación sumó 1,5 puntos porcentuales en 2020 situándose en cerca del 10% de la población total, lo que dificulta el reto de cumplir la meta del Objetivo de Desarrollo Sostenible #2: hambre cero para 2030.
Entre 720 a 811 millones de personas padecieron de hambre en todo el mundo, y la brecha de género en la prevalencia de la inseguridad alimentaria moderada o grave se ha ampliado aún más en el año de la pandemia. La persistencia de los altos niveles de desigualdad de ingresos, sumada al elevado costo de las dietas saludables, hizo que en 2019 estas fueran inasequibles para cerca de 3 000 millones de personas en todo el mundo, mientras que una dieta saludable también está fuera del alcance de 113 millones de personas en América Latina y el Caribe.
En el caso de Honduras, el estudio señala que la población que sufre de subalimentación (definida como la condición de un individuo cuyo consumo habitual de alimentos es insuficiente para proporcionar, en promedio, la cantidad de energía alimentaria necesaria para mantener una vida normal, activa y saludable) alcanzó un 13,5% entre el 2018 y el 2020. Una mejora de 8,8% comparado al periodo entre el 2004 y el 2006. De igual manera, la prevalencia de retraso del crecimiento en niños menores a 5 años disminuyó en casi un 3% en los últimos 8 años.
No obstante, pese a los esfuerzos, aún persiste la inseguridad alimentaria en Honduras, al igual que los problemas nutricionales por exceso de nutrientes, con el consecuente aumento en la prevalencia de enfermedades no transmisibles (ENT) asociadas a la obesidad y el sobrepeso. La inseguridad alimentaria de Honduras también es el reflejo del alto porcentaje de la población en condición de pobreza, prevalente especialmente en las zonas rurales, y los efectos del cambio climático acentúan esta problemática.
En los años previos a la crisis de la pandemia de Covid-19, la situación macroeconómica de Honduras era estable con un crecimiento de 2,7% en 2019, una inflación relativamente baja y una deuda pública sostenible, pero la pandemia provocada por el COVID-19 ha afectado la economía nacional y en especial a la población vulnerable.
El país sigue contando con uno de los más altos niveles de desigualdad en la región: más de la mitad de la población vive por debajo de la línea de pobreza y por lo menos 2.9 millones de personas (31% de la población clasificada) se encontraba en Crisis alimentaria o peor (Fase 3 en la Clasificación integrada por fases de la Seguridad Alimentaria-CIF) entre diciembre 2020 a marzo de 2021. Esto, debido en parte, a la alta vulnerabilidad y pérdidas de cultivos a finales de 2020 a causa de las dos tormentas tropicales –Eta e Iota– que azotaron el país. Para el período entre julio y septiembre 2021, más de 3.3 millones de personas se encontrarían en esta misma condición.
El informe de Naciones Unidas llama a los países a impulsar la sostenibilidad de los sistemas alimentarios, y a transformación a dietas saludables, ya que ello ayudaría a controlar el aumento del hambre, y mejoraría la salud general de nuestra población. Para acelerar la transformación de los sistemas alimentarios, deberemos ampliar la disponibilidad de tecnologías y soluciones innovadoras, algo fundamental para poder ofrecer dietas saludables más asequibles para todos, con alimentos producidas de forma sostenible y resiliente ante desastres y crisis.
Para hacer frente al aumento del hambre, el informe recomienda ampliar la resiliencia climática en los distintos sistemas alimentarios, fortalecer la resiliencia de la población más vulnerable ante las adversidades económicas e intervenir a lo largo de las cadenas de suministro de alimentos para reducir el costo de los alimentos nutritivos. También sugiere luchar contra la pobreza y las desigualdades estructurales, garantizando que las intervenciones favorezcan a la población pobre y sean inclusivas, fortalecer los entornos alimentarios, y cambiar el comportamiento de los consumidores para promover hábitos alimentarios que tengan efectos positivos en la salud humana y el medio ambiente.
En septiembre del 2021 se llevará a cabo la Cumbre sobre los Sistemas Alimentarios de las Naciones Unidas: allí los países presentarán una serie de medidas concretas que pueden adoptarse en todo el mundo para propiciar una transformación de los sistemas alimentarios mundiales. Esta transformación es urgente y necesaria para abordar rápidamente el reciente auge del hambre y la desaceleración del progreso en la reducción de la malnutrición en todas sus formas.